A 20 AÑOS DE
Por Nicolás Kasanzew
Los rusos del exilio, entre quienes me crié, durante las largas y sórdidas décadas que duró el régimen del partido comunista en Rusia, creyeron con fe inquebrantable en que bastaría con la caída de esa tiranía, para que la nación de San Vladimiro renaciera de sus cenizas.
Helas! Si examinamos lo que de acuerdo a la clasificación del Padre Alfredo Saenz sería el sexto período de su historia, a partir de la disolución de
Un país donde se rinde nuevamente culto a la personalidad del tirano Stalin, el trapo rojo sigue siendo la bandera del ejército, las estrellas rojas y la momia de Lenin siguen dominando el Kremlin y la plaza principal de Moscú; así como miles y miles de ciudades, pueblos, calles, estaciones siguen llevando los nombres de los verdugos rojos del pueblo ruso, y practicamente hay de nuevo un partido único, “Iedinaia Rossia”, el del ex-coronel de
Los ya 20 años de existencia del estado postsoviético, que se apropió de ciertos símbolos de
En realidad, eso no debería asombrar demasiado, si se tienen en cuenta las circunstancias en que tuvo lugar la destrucción de
Al decir del historiador moscovita Sergei Volkov,
Por eso, el Imperio Ruso sigue siendo objeto de mitificaciones y mistificaciones. Y a los estereotipos soviéticos, que se han conservado casi todos, se les han sumado las tergiversaciones propias de los ideólogos “democráticos” y nacional-bolcheviques que actúan en
La causa salta a la vista. La revolución que le puso fin al Estado Nacional Ruso, se diferencia de la mayoría de las otras conocidas, por el hecho de que exterminó por completo (aniquilando físicamente o expulsando del país) a la élite cultural de Rusia, portadora de su espíritu y tradiciones y la reemplazó con una anti-élite de semieducados, los “obrazovantzy” soviéticos, como los bautizara el escritor Alexandr Solzhenitzyn, sumados a una muy pequeña capa de la vieja intelligentsia, capa acomodaticia y venal, que renegó de
Y desde esta comunidad ya puramente soviética, fue que salieron los teóricos y “filósofos de la historia” de todas las tendencias, tanto los conformistas, como los disidentes.
La verdadera cultura rusa, la prerevolucionaria, le es “socialmente ajena” a la absoluta mayoría de la intelectualidad postsoviética actual. Aquellos intelectuales de hoy que conservan concientemente como norte la vieja cultura rusa, son escasos y están marginados de los medios de comunicación masiva.
Al estado ruso tradicional se le adjudica, contradictoriamente, ser aislacionista y al mismo tiempo maniacalmente agresivo en materia de relaciones exteriores. Y, no menos contradictoriamente, adolecer de mesianismo y al mismo tiempo de complejo de inferioridad.
En lo que se refiere al gobierno tradicional ruso, se le atribuye despotismo extremo, estatismo desbordado, burocratismo, hipertrofia del aparato estatal, estatización de la economía, opresión de las nacionalidades mas pequeñas y xenofobia. Cuando esas son precisamente características de
Ademas, al identificar a Rusia con
1. Sin ninguna justificación, se transpolan las muy claras y evidentes realidades típicas del régimen sovietico-comunista, a
2. Se hipertrofian las diferencias reales que hay entre Rusia y algunos paises europeos, hasta al punto de hacer aparentar que Rusia no pertenece por sus características a Europa.
3. De la milenaria vida del pueblo ruso se extrapola algún período en especial, turbio y sangriento, y se atribuyen sus particularidades a la totalidad de la historia rusa. Mientras que se ignoran períodos similares, turbios y sangrientos, en otros paises europeos.
4. Se mezclan conceptos que pertenecen a distintos planos o diferentes épocas históricas. Por ejemplo, totalitarismo y autoritarismo.
5. Se apela al uso de vulgares y superficiales analogías. Por caso, equiparar a la nomenklatura soviética con la nobleza y el funcionariado de
En ese sentido, es interesante contraponer, por ejemplo, la visión negativa que ofrece el marqués Astolphe de Custine (1790-1857) de
En el libro de Jordán Bruno Genta, “Doctrina política de San Martin” (Buenos Aires, Huemul, 1965, página 79), se transcribe una carta del Libertador a Rosas, fechada en Boulogne sur Mer, el 2 de noviembre de 1848. En la misiva San Martín se lamenta de "la situación de este viejo continente [Europa]" asolado por una serie de penurias que enuncia. Por ejemplo, la "infiltración en la gran masa del bajo pueblo" del principio de la supresión de la propiedad, "por las predicaciones diarias de los clubs y la lectura de miles de panfletos". Después de enunciar esas desgracias que padece Europa, San Martín agrega: "este es el verdadero estado de
Cabe mencionar aquí a dos historiadores argentinos, que no cayeron en ninguna de las trampas enumeradas más arriba y retrataron en sus obras a
A ambos hombres de ciencia los ha distinguido, además, la fe en un venturoso futuro espiritual de Rusia.
Lamentablemente, en la actualidad hay pocos visos de que ese país pueda algún día cumplir la misión redentora universal que le habían asignado Fedor Dostoievsky y tantos otros pensadores.
En 1871 Dostoievsky brindaba la siguiente definición: “Dicen que el pueblo ruso no conoce el Evangelio. Esto es así. Pero a Cristo lo conoce. Y lo quiere con todo su corazón, y está dispuesto a dar su vida por Él”.
Pero en el 2011 el panorama es muy distinto al que pintara el inmortal autor de “Los hermanos Karamazov”. Quizás hoy el pueblo ruso conozca más el Evangelio, gracias al auge de los medios de comunicación masiva. Pero ya no conoce ni ama como antes a Cristo. Y no sólo por los 70 años de ateización comunista obligada, sino tambien por el espíritu de los tiempos actuales, importado desde Occidente, donde Cristo ha sido reemplazado por el entretenimiento, donde los hombres se han endiosado a si mismos.
El hecho real es que en Pascua de Resurreción, la celebración principal de la religión ortodoxa, actualmente concurre al tradicional servicio religioso de la medianoche apenas un tres por ciento de la población rusa (y gran parte de ese porcentaje, es la única vez que va a una iglesia en todo el año).
Lo peor es que la situación no parece tener remedio, debido a los particulares ribetes que presenta
Al llegar al poder, los comunistas soviéticos se dedicaron a exterminar, con ferocidad rayana en el satanismo, a los creyentes rusos, fusilándolos, encerrándolos en el Gulag, (el archipiélago de campos de concentración descrito por autores como Solonevich y Solzhenitzin), dinamitando la mayoría de las iglesias, convirtiendo en museos o depósitos a casi todas las demás. La persecucíon religiosa que instauró el Soviet, por su escala y duración, fue mucho mayor que la del Imperio Romano y generó millones de mártires por la fe.
Pero en 1941, cuando los alemanes invadieron a
En su alocución en
“Caimos en una situación trágica. Al obligarnos, con todas nuestras fuerzas y enormes bajas, a defender el suelo natal, al mismo tiempo estabamos afianzando lo que más odiabamos: el poder de nuestros verdugos, nuestro estado de opresión, nuestra propia muerte, Y cuando millones de rusos se animaron a huir de sus opresores, y hasta iniciaron un movimiento popular de liberación, nuestros aliados occidentales, comenzando por los británicos, grandes amantes de la libertad, traicioneramente los desarmaron, los maniataron y los entregaron a los comunistas para su exterminio. Y al hacerlo, no se privaron de apalear con las culatas de los fusiles ingleses a ancianos de 70 años, que eran, individualmente, los mismos aliados de Inglaterra en
A todo esto, uno de los obispos sobrevivientes, Sergio Stragorodsky, quien fuera nombrado Patriarca por Stalin, en lugar de retomar la vieja tradición ortodoxa, se convirtió en obsecuente peón del gobierno ateo comunista, aplaudiendo todas sus medidas anticristianas. Sus sucesores no sólo siguieron igualmente fieles al régimen comunista, sino que oficiaron de colaboradores e informantes de la siniestra policía política del régimen. Por ejemplo, el penúltimo Patriarca, Alexei II, operaba para
La cúpula del Patriarcado no quiso aprovechar la oportunidad, que se le brindó en 1991, de romper sus lazos con el gobierno, sino que los estrechó aún más. Si bien sus integrantes recitan discursos altamente espirituales, en sus vidas diarias se destacan por el pragmatismo y el materialismo mas crudos y pedestres. Por si faltara alguna prueba, el obispo Hilarión Alfeyev, mano derecha de Kirill y cabeza del poderoso Departamento de Relaciones Exteriores del Patriarcado de Moscú, fue expuesto en WikiLeaks a fines del 2010. Alfeyev le había dicho abiertamente al embajador de EEUU en Moscu, que “la función principal de
Como se prefiere ignorar que Mijail Gorbachov, lejos de ser el héroe liberador que retrató la prensa europea, fue solamente un marxista que se equivocó de método en su empeño por sostener y apuntalar la dictadura soviética. El último secretario general del PCUS creyó que con la “perestroika” (reconstrucción) y la ”glasnost” (transparencia), podría dar salida a los vapores acumulados del descontento de la población, que amenazaban con hacer estallar la estabilidad del régimen; que podría descomprimir la insostenible situación creada por el fracaso de la economía socialista. Es que
La pusilanimidad de Gorbachov fue aprovechada por Boris Eltzin, otrora “apparatchik” de la linea dura gobernante, que viró rapidamente hacia el liberalismo, aboliendo la bandera roja y el himno soviético, pero quedándose a mitad de camino en la condena de las atrocidades del comunismo. Eltzin desaprovechó el momento histórico que le hubiera permitido realizar un “juicio de Nuremberg” contra el partido que le costó a Rusia setenta millones de vidas. Era la oportunidad propicia para ¨descomunizar¨ a Rusia, tal como después de 1945 había sido “desnazificada” Alemania, pero el primer presidente de
No menos desdichada fue su decisión de permitir un absurdo proceso de desmembramiento de la ex Unión Soviética, que de la noche a la mañana convirtió a 25 millones de rusos en extranjeros en sus lugares de residencia. Es que después de la revolución de 1917, los jerarcas bolcheviques dibujaron con absoluta arbitrariedad el mapa de las 16 “repúblicas” que iban a existir en el territorio del antiguo Imperio Ruso. Esto no tuvo mayor importancia mientras todo el país era centralizadamente manejado con mano de hierro desde el Kremlin. Pero al separarse las repúblicas soviéticas en 1991, enormes territorios históricamente poblados por la etnia rusa quedaron fuera de la novel Federación Rusa, con la consecuente condena para sus habitantes de llevar de ahí en más una vida de parias.
El desmembramiento del país fue precedido y acompañado por una intensa campana de desinformación histórica, apoyada por el gobierno estadounidense, lógicamente interesado en el debilitamiento de su potencial rival. Asi por ejemplo, se acuso a los moscovitas de llamar peyorativamente a los ucranianos como “pequenos rusos”. Cuando, en realidad, la palabra Ucrania recién aparece en el siglo 17 como un término despreciativo, acuñado por los polacos, no por los moscovitas: significa “el borde” (y era el borde justamente para Polonia). En tanto que la expresión “Pequeña Rusia” para denominar a la region con centro en Kiev, no tiene nada de denigrante, sino todo lo contrario. Los términos Pequeña Rusia y Gran Rusia no fueron inventados por los moscovitas, sino por los griegos, que se basaron en la nomenclatura de la geografía de
Sin embargo, de todos los hechos de la gestión de Eltzin, el más asombroso por su cinismo fue el saqueo de las riquezas naturales del país. El gobierno anunció una privatización que consistió lisa y llanamente en entregar la propiedad de todas las empresas del estado a los mismos funcionarios comunistas que las habían estado manejando al momento del colapso de
Al suceder a Eltzin en el poder, Vladimir Putin conservó esta estructura, ya que es mucho más fácil controlar a un millar de “oligarcas”, que a varios centenares de miles de pequeños y medianos empresarios.
Asimismo, Putin nombró en su gobierno a numerosos colegas suyos de
En definitiva, lejos de representar una guía espiritual para la humanidad, como lo quería Dostoievsky,
Y en ese sentido, aquellos rusos que han permanecido fieles a la tradición milenaria de sus antepasados, cifran sus esperanzas en un hipotético renacer,- por ahora, muy distante, - de la religión ortodoxa en el país.
Es que en el pueblo ruso la ortodoxia siempre ocupó un lugar completamente especial. De clave importancia histórica y cultural, porque sin la ortodoxia no habria existido ni el Estado, ni el pueblo ruso y porque la cosmovisión ortodoxa impregnó, inspiró y permeó a todos los grandes creadores y pensadores de la llamada Santa Rusia.
Volviendo al tema de la imagen distorsionada que tiene hoy Rusia, hay que tener en cuenta que su historia comenzó a tergiversarse mucho antes del surgimiento del poder comunista. Los pensadores radicalizados rusos del siglo XIX, totalmente extranjerizantes, obsesionados en transplantar a suelo ruso las ideas de los ideólogos de la revolución francesa y del socialismo de Marx, torcían, reinventaban sistemáticamente el pasado del país para acomodarlo a los fines de su lucha contra el zarismo. Fue de ellos y de los revolucionarios que emigraron, que Occidente recibió y adoptó las primeras falsificaciones: las variantes de la historia rusa que no coincidían con el pensamiento liberal occidental, no eran tomadas en cuenta por los historiadores europeos. Y los comunistas, al llegar al poder, continuaron y ahondaron la interpretación de los “demócratas revolucionarios” rusos: los Herzen, Dobroliubov y Chernyshevsky.
Al estallar la revolución de 1917, muchos historiadores rusos no ideologizados fueron exterminados, mientras que los sobrevivientes debieron alinearse con el régimen soviético y consecuentemente perdieron su independencia. Al mismo tiempo, gran parte de la documentación y literatura histórica fue destruída en forma sistemática y la restante colocada en depósitos secretos, los “spetzjran”, inaccesibles sin autorización especial del gobierno comunista. De esta manera, las nuevas generaciones quedaron privadas de la posibilidad de consultar hasta las obras más conocidas.
Entre otras cosas, la historiografía occidental importó de la soviética la imagen, totalmente falsa, de un Zar Nicolas II irresoluto y débil, cuando en realidad fue todo lo contrario: un valeroso y decidido defensor de los valores cristianos de Rusia, que aceptó en aras de ellos el martirio. El último Emperador de Todas las Rusias, salvajemente asesinado por los bolcheviques con toda su familia el 17 de julio de 1918, fue canonizado por
En resumen, la ciencia oficial soviética sólo podía revelar datos valiosos por algún descuido de la censura, o por los vaivenes de la línea oficial del partido. Y la ciencia occidental, que conservaba buena parte de sus prejuicios sobre la historia rusa, se topaba del lado soviético con fuentes escasas y afectadas por la deformación marxista, Así, no lograba entender el fenómeno ruso con profundidad y entraba involuntariamente en el cauce de la historiografía oficial soviética, si bien con la ilusión de navegar en forma independiente. En consecuencia, importantes esferas del conocimiento quedaban fuera de su visión.
Publicado en "Vernost" Nº 167