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Пресвятая Богородице, спаси нас!

Santísima Madre de Dios, salvanos!


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Sean Bienvenidos!

EPISTOLA DE NATIVIDAD

Del Presidente del Sínodo de Obispos de la Iglesia Verdadero-Ortodoxa Rusa,
 Su Eminencia TIKHON, Arzobispo de Omsk y Siberia.



¡Estimados en el Señor!

Compañeros Obispos, Muy Honorables Padres, Amados de Dios Hermanos y Hermanas,


¡Cristo ha Nacido! ¡Glorificadle!


He aquí, una vez más, el Señor nos ha bendecido para ir al encuentro de esta radiante festividad, para nuevamente, escuchar los alegres himnos que alaban el milagro de la Natividad. Gloria a Dios por concedernos otro año en nuestra vida terrenal, y además concedernos, una vez más, el regocijo de celebrar la conmemoración de estos acontecimientos evangélicos, una oportunidad más, para mejorar y acercarse a Él, Nuestro Padre Celestial y su Hijo Unigénito. Ya que cada año de nuestra vida - es un tiempo concedido por Dios, para corregir al hombre y su acercamiento hacia el Reino Celestial, lo cual se ha hecho posible gracias a que hoy, el Divino Cristo Niño ha nacido en una gruta y yace en un pesebre.

No perdamos esta oportunidad para venir al arrepentimiento, no perdamos ni una hora de nuestra vida, aprovechemos este Don de Dios – la vida – para la adquisición y el aumento de las buenas cualidades del alma y la erradicación del mal, para nuestro perfeccionamiento en Cristo. Porque el tiempo no está lejos, cuando la gente incluso anhelará un poco más de tiempo– un día o una hora para arrepentirse, mas el Juez vendrá de repente, y cada uno será hallado en el estado, que haya logrado en su vida, para este día terrible. Entonces ya no tendremos más tiempo para ser ejercitados en la Sabiduría Divina, para el perfeccionamiento de nuestra propia alma y su acercamiento a Dios, por eso, debemos darnos prisa para purificar nuestros corazones y entendimiento, y llenarlos de divinos pensamientos, divino conocimiento y amor.

El tiempo y la hora son inescrutables, y nadie, excepto el Creador, conoce cuando esto sucederá. Pero el estado actual del mundo nos dice, con toda severidad e intransigencia, que “está cerca, a las puertas”, porque con cada año que pasa, el pecado se multiplica más y más sobre la tierra, con cada año que pasa, más y más, la humanidad es preparada por la elite mundial y supranacional para aceptar al Anticristo. Nos damos cuenta, cómo la gente está cada vez más inmersa en los asuntos vanos del mundo, adicta a diversas e inauditas pasiones, engendradas por la civilización moderna, cómo el muy pecaminoso desenfreno se ha apoderado del mundo que nos rodea, cómo desaparecen las fronteras entre las normas morales y el pecado abominable. Tememos por nuestros hijos, quienes vienen a este mundo bajo nuestro atento cuidado paternal, velamos por sus almas, porque nuestros ojos y oídos son profanados a cada paso, con tan sólo salir al mundo, al dejar los límites del templo. Se ha hecho terrible vivir en este mundo. Y no se trata sólo de algunos indicios externos del dominio de la globalización mundial. En el Apocalipsis de San Juan el Teólogo, está escrito lo siguiente: “El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía” (Apocalipsis  22, 11). Esto es uno de los signos de estos tiempos – una fuerte división en la gente, como si dos afluentes de rio separados, donde cada uno corre por su propia cuenca. Esta fuerte división, nos es evidente: por un lado – la Iglesia, y por otro – las tentaciones y los males de este mundo, la pérdida de toda concepción acerca de moralidad, lo cual hasta ahora ha sido inaudito e inimaginable, la noche tenebrosa del pecado ha caído sobre la tierra. No es necesario ser un profeta para darse cuenta, en cuál de estos polos existe más numero de personas…. Y para nosotros, los cristianos ortodoxos que aspiramos a la rectitud, todo se torna más difícil para vivir en este mundo, estamos cada vez más cerca de la incomprensión, y sentimos el rechazo de nuestro entorno, se hace, más y más, profundamente necesario, sumirse en el cobertizo de nuestro corazón.

Muy fervoroso debe ser nuestro agradecimiento a Dios por cada año de esta vida, por cada oportunidad de celebrar la Natividad y gozar del festín espiritual de los divinos servicios navideños. Dios advierte acerca del fin de los tiempos, pero nos recuerda su Infinito Amor hacia nosotros. “Hijos míos, – hablando como si fuera Él, – el enemigo es fuerte, pero Yo soy más fuerte, las tentaciones del enemigo son seductoras, pero mi Amor llama con más intensidad, y con su dulce fragancia de alegría celestial atrae hacia él, al enemigo se le acerca su fin, pero lo alejo a causa de mi Misericordia hacia vosotros, mis hijos, y espero de vosotros una respuesta a mi Bondad. Porque por este Amor he dado a mi Amado Hijo por vosotros”

Y he aquí, hoy, el Divino Niño, que ha nacido en un pesebre, sonriendo, extiende hacia nosotros sus manos, como si expresara las palabras, que más tarde pronunciará: “Venid a mí todos los que estáis fatigados y cargados, y yo os haré descansar”. Escuchemos su apacible voz, permitámosla en nuestros corazones purificados y dispuestos, y agradezcámosle por tener aún un tiempo para venir al arrepentimiento, y alegrémonos en el Divino Cristo Niño, que ha nacido. Y que esta alegría sea para nosotros, vigilia y preocupación para la purificación de nuestras almas por el anhelado y agradable deber, aquel yugo bueno y ligero, sobre el cual habla Cristo en el Evangelio, que la festividad de hoy, la Natividad del Divino Niño Jesucristo, sea la festividad de la santificación de nuestros corazones.


¡Cristo ha Nacido! ¡Glorificadle! Amén.


+Tikhon

Por la Gracia de Dios, Arzobispo de Omsk y Siberia,
Presidente del Sínodo de los Obispos
de la Iglesia Verdadero-Ortodoxa Rusa.

25 de diciembre 2013/07 de enero 2014