de Su Eminencia Tikhon, Arzobispo
de Omsk y Siberia,
A Todos los Fieles Hijos de la
Iglesia Verdadero-Ortodoxa Rusa
en la Patria y en la Diáspora.
Queridos en el Señor, Hermanos Archipastores,
Venerables Pastores y Teófilo Rebaño de la Iglesia Verdadero-Ortodoxa Rusa,
¡CRISTO HA RESUCITADO!
Ha resucitado Cristo, Quien
sufrió en el Gólgota por los pecados del pueblo. Ha resucitado del sepulcro, el
Señor de la Vida, el Primogénito de entre los muertos ha resucitado, con su
muerte ha aplastado la muerte, derrotando a las puertas del infierno, nos ha abierto
las puertas del paraíso, el Vencedor del infierno y de la muerte.
Durante tres días estuvo en el
corazón de la tierra, la pesada piedra en la gruta no ha podido ocultar a la
Fuente de la Vida, la custodia de los guardias no ha podido retenerlo en el
sepulcro. La Verdad ha resucitado del sepulcro, la Veracidad ha resucitado de
la gruta.
Y no sólo sus enemigos – sino
también su gente cercana: sus discípulos, José y Nicodemo, lo han enterrado,
envuelto en lino para siempre. Y las mujeres miroforas se dieron prisa para
ungir el cuerpo del difunto, sin esperar su Resurrección, por lo que no sin
reproche, el ángel les dice: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?
Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba
en Galilea”
La humanidad no habría podido
creer la doctrina celestial de la verdad proclamada por Cristo Salvador, si su
Vida hubiera terminado con la muerte.
Crucificado, ultrajado, mas no
resucitado, Cristo no hubiera podido atraer a la gente para sí. Por el Evangelio
conocemos que incluso sus más cercanos discípulos, quienes fueron testigos de
muchas señales milagrosas, huyeron, tan pronto como su Maestro cayó en peligro.
Y tal vez, a lo largo de los
siglos, la obra de Cristo se hubiera olvidado, pero Él ha hecho que el mundo
entero lo recuerde, de tal manera que, la humanidad, hasta el fin de los
tiempos, doble sus rodillas ante Él. La Resurrección del Señor ha confirmado en
la Fe a los discípulos, habiéndolos engendrado, como dice San Pablo, en la esperanza
viva. Y sin esta esperanza- no hubiera existido la voz de la predicación
apostólica y el mundo habría permanecido sin Cruz - con sus ídolos, Atenas y Roma
- (Hechos 17:23) con su Dios desconocido. Él ha resucitado, ha mostrado su
Cuerpo, cual estuvo tres días entre los muertos, inmortal e incorruptible. Y
para todos está claro que el cuerpo no murió en las flaquezas de su naturaleza,
en donde había sido situado el Verbo, sino que “para que por el poder del Salvador fuera
destruida la muerte en sí misma. ¿Cuál debía ser el fin del cuerpo para que
descienda sobre él, el Verbo? No podía no perecer como mortal, y por todos, ser
ofrendado a la muerte, para lo que había sido preparado por el Salvador. Mas,
no era posible para este permanecer muerto, porque fue templo de la Vida” (San
Atanasio el Grande).
La Resurrección de Cristo
Salvador es la prueba de que todo cuanto enseñó al pueblo, y cuanto le han
pedido, ha dado por ellos – esto es Verdad y Salvación, todo cuanto fue dicho y
hecho por el Señor Jesús es para la salvación de la humanidad, y es algo
palpable.
Por consiguiente, ¡Cristo ha Resucitado!
Ahora todo se llena de luz: el
cielo y la tierra y el abismo, el mundo visible, así como también el invisible.
Ahora ante nosotros, un día de gran alegría y amor, de alegre celebración y regocijo. Dios se regocija en la Santísima
Trinidad, manifestación de su Amor. Dios Padre celebra la sublevación desde el
sepulcro de su Hijo Unigénito, que ha aplastado el dominio de la muerte. El Hijo
de Dios celebra, que por su muerte voluntaria, ha salido desde el sepulcro,
como novio desde los aposentos nupciales. El Espíritu Santo Paráclito celebra la
perfecta salvación de la humanidad, se acerca el tiempo de efusión de los dones
de la Gracia.
Al ver la Resurrección de Cristo,
los ángeles cantan en el cielo. Los mensajeros tienen prisa para anunciar la
alegría a todo el mundo. Un ángel clama a la Santísima Madre de Dios:
“¡Alégrate! Y otra vez te digo: ¡Regocíjate! Tu Hijo ha Resucitado” Otro ángel vaticina
a las madrugantes mujeres miroforas: “Por qué buscáis entre muertos al que Vive...
Corred y anunciad al mundo que el Señor ha resucitado, habiendo dado muerte a
la muerte” El Mismo Señor Resucitado se apareció a los Apóstoles, diciendo:
“Regocijaos, Paz a vosotros” El Señor descendió a las regiones inferiores de la
tierra y anuncio la alegría de la liberación, a aquellos que yacían presos del
infierno.
Y no sólo nosotros, los hombres,
nos regocijamos en el Señor Resucitado, nos dirigimos a este evento con la
mayor reverencia, sino que también con nosotros, el Cielo se alegra, toda la
congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos (Hebreos 12,
23)
Ahora toda la Creación canta y se
regocija; y somos participes de la celebración, somos llamados a regocijo. El
Día de la Resurrección, ilumina a los hombres... Luego de los grandes
acontecimientos trágicos, después del sufrimiento en la Cruz, del triste
espectáculo del Gólgota, luego de la tribulación, por la crueldad y la
injusticia humana y su pecaminosidad personal, luego de días de tristeza,
debemos alegrarnos, y radiantemente exultar: ¡Cristo ha Resucitado! Tal como el
radiante sol, que con su luz, dispersa a la oscuridad y las tinieblas
impenetrables, de la misma manera, la luz brilla desde el sepulcro - Cristo,
Dador de Vida, a través de su sublevación, destierra la oscuridad de la
ignorancia, la amargura de nuestras vidas pecaminosas, ilumina nuestra desolada
vida temporal. Nuestra eterna salvación ha sido lograda.
Cristo ha resucitado de entre los
muertos, y se hizo primicias de los que durmieron. (1ª Corintios 15:20)
Para el hombre, creado a imagen
de Dios, el dominio de la muerte sobre él, era una afrenta. El Señor, al
destruir la muerte con su Resurrección, ha quitado de este agravio a la
humanidad, “No exista más la deshonra, como fuimos deshonrados antaño por la corrupción,
a la que habíamos sido sometidos”
El Santo Obispo de Alejandría,
Atanasio el Grande, nota una profundo y constructivo sentido, en el hecho de
que Nuestro Señor Jesucristo haya resucitado al tercer día, y no antes, ni después.
El Salvador podría en el mismo instante de su muerte haber resucitado su Cuerpo,
haberlo retornado nuevamente a la vida, pero no lo hizo, pues sabía que podrían
decir: su Cuerpo “no ha muerto, o qué imperfecta fue su muerte, si al mismo tiempo
manifestaría resurrección”. Si la Resurrección hubiera ocurrido inmediatamente luego
de su muerte, esto, factiblemente, no hubiera hecho posible manifestar su
gloria incorruptible. Para mostrar su Cuerpo muerto, el Verbo sufrió y murió un
día, y al tercer día manifestó este mismo Cuerpo, completamente incorruptible.
El Verbo no ha resucitado su Cuerpo luego del tercer día, para que una
permanencia larga en el sepulcro, no sea motivo de incredulidad, “como si tendría
para si no este, pero otro cuerpo, una, a causa del largo tiempo, y otra, no
creerían su en aparición y olvidarían lo
pasado. Y para todos está claro que el cuerpo no murió en las flaquezas de su
naturaleza, donde había sido situado el Verbo, sino que para que por el poder
del Salvador fuera destruida la muerte en sí misma” (San Atanasio el Grande)
Así, el Salvador resucitó al
tercer día y su Gloriosa Resurrección otorgo al mundo, grandes y salvíficos bienes.
Resplandezcamos, gentes. Alegremente
abracémonos los unos a otros. Regocijémonos todos – he aquí, el Gozo Eterno. Entremos
en el gozo del Señor. Honremos el Gran Día Radiante, como obedientes hijos de
la Luz, no ofendamos a la alegría y grandeza de la Fiesta, con los asuntos de
la oscuridad; que todo lo impuro, maligno, indigno sea erradicado de nosotros,
los cristianos. ¿Esta purificación de alma, que hemos obtenido por el “pódvig” (hazaña) del ayuno, la comunión
de los Santos Misterios y la compasión de Cristo, de veras, nos es poca cosa? ¿De
veras, vamos a dejar a Cristo nuevamente, para entregarnos a este mundo de
pecado? El mundo se alegra de cosas sin sentido, y no conoce esta Santa Alegría,
y ¿nos hemos acercado a Cristo, en realidad, sólo para rendirnos a la primera tentación
de este mundo pecaminoso, con sus engañosos placeres fugaces? ¿De veras, nos es
poca cosa el eterno gozo de la salvación? Los fieles discípulos experimentan
con el Señor, su Pasión, y perciben la alegría de su Resurrección y Salvación;
aprecian la alegría celestial y la pureza de corazón, como perlas de gran
precio - una prenda de la eterna alegría venidera en Cristo.
“Una Pascua que es Cristo Redentor,
una Pascua Pura, una Pascua Grande, una Pascua de fieles, una Pascua que nos ha
abierto las puertas del Paraíso, una Pascua que hace santo a todo creyente” -
Estos tiernos, pero al mismo tiempo, terribles versos pascuales de San Juan
Damasceno, nos hacen reflexionar: ¿Seremos verdaderos hijos de la Iglesia Verdadero-Ortodoxa
Rusa? De acuerdo a la fe – por supuesto, pues nuestra santa Iglesia Verdadero-Ortodoxa
Rusa se mantiene firme guardando la pureza y fidelidad a la doctrina de la
Iglesia Apostólica, la Iglesia de los Concilios Ecuménicos, la Iglesia del
primer milenio de su existencia, cuando Ella resplandecía por la unidad de la
Fe. Depende de nosotros, confirmar la fe por nuestras obras. Esto es nuestro
gran, santo y radiante deber, pues la Fe, aunque sea correcta, sin obras está
muerta.
Permitámonos ser iluminados por
la Luz Pascual, cual es nuestro sagrado deber, no sólo para ser salvados
nosotros mismos, sino también para contribuir en la salvación de otros.
¡Y que en estos grandiosos días pascuales,
estos versos lleguen a nuestro entendimiento y corazón!
En este grande y radiante día,
como las mujeres miroforas, traigamos con corazón puro, como fragante “myro”, nuestra sincera oración ante el
sepulcro del Dador de Vida, y divinamente nos regocijaremos, no oscureciendo
por el pecado y las pasiones, este Gran Día de Júbilo.
¡Tu Resurrección, oh Cristo
Salvador, los ángeles cantan en el cielo; y a nosotros en la tierra, haznos
dignos de glorificarte con corazones puros!
¡CRISTO HA RESUCITADO!
¡EN VERDAD HA RESUCITADO!
Humilde,
+ TIKHON
Por la Gracia de Dios, Arzobispo de Omsk
y Siberia
Pascua del Señor,
30 Marzo/12 de Abril de 2015,
Omsk.