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Carta de Obispo Grigory (Grabbe) a Metropolita Vitaly


¡Reverendísimo Vladyko! 

  

Durante mucho tiempo-de hecho, desde los primeros días de su liderazgo en nuestra Iglesia en el Extranjero-yo he estado con gran ansiedad y aflicción del corazón. Pues hemos visto cuan rápidamente, nuestra Iglesia en el Extranjero ha empezado a resbalar en el abismo del desorden administrativo y el caos canónico. 

 

Todo este tiempo me he reprimido el deseo de expresar abiertamente a usted mi desazón por los destinos de nuestra Iglesia en el Extranjero, verdaderamente poco me importa que cada declaración pronunciada por mi sea tomada por usted como una expresión de ofensa personal. 

 

Créame, Vladyko, que aunque no puedo faltar de tener un sentimiento de cierta mortificación con relación a los miembros del Concilio y a usted, por la misericordia de Dios no he alimentado sentimientos hostiles hacia nadie. Como usted bien sabe, he intentado por todos los medios, y todavía intento, antes que nada abogar por los intereses de nuestra Iglesia, tanto en el extranjero, como en Rusia. 

 

Yo le imploro que pacientemente escuche mis observaciones concernientes a los años cuando dejé de ser secretario del Sínodo. Y aunque ya no tengo responsabilidad formal por los postreros destinos de nuestra Iglesia, yo no puedo ignorar lo que está pasando ahora ante mis ojos. 

 

Nuestras penas comenzaron con el primer Concilio Jerárquico que tubo lugar, luego de la muerte de Metropolita Philaret…. 

 

En orden a ilustrar por mi mismo la relación de los miembros del Concilio de aquel tiempo, por favor recuerde el discurso hecho en el ágape en la ocasión de vuestra elección. Luego el Protopresbitero Ioann Legky, cual era entonces, saludándolo, dijo que se alegraba por qué  en mi persona usted tendría a un ayudante experimentado y fiel, tal como lo habían tenido sus tres predecesores. 

 

Para mi sorpresa extrema, examinando los protocolos en el final del Concilio, vi que aquel discurso había sido recibido como ‘un insulto hacia la totalidad del Concilio Jerárquico'. Esta asombrosa resolución permaneció en el protocolo como ‘una instrucción para la posteridad '. 

 

En aquel momento usted sugirió que yo debía mantener las parroquias en mi jurisdicción y agrego a estas algunas más de Pennsylvania. En conformidad con vuestra disposición, compuse, entonces, una lista de las parroquias que debían entrar en mi diócesis. Pero cuando llegué a la sesión, usted detuvo mi informe sobre asunto y agudamente me atacó por mi "insolvencia‘' como administrador y de hecho, me dio un ultimátum: o yo mismo pedía el retiro, o sería juzgado por el Concilio, aunque era desconocido el por qué. Ya que, tanto usted, como la mayoría de los miembros del Concilio estaban buscando la oportunidad de sacarme del medio, expresé mi retiro por motivo de mantener la paz eclesiástica, aunque no vi absolutamente ninguna causa que mereciera juicio o la destitución. Se dijo que el motivo del descontento de los miembros del Concilio fue mi inhábil administración de asuntos en Roma, aunque en ese momento yo había apoyado completamente la opinión de la persona enviada allí como investigador, el Arzobispo Anthony de Los Angeles. 

 

Sólo el ya reposado Arzobispo Seraphim de Chicago, a pesar de estar sufriendo de enfermedad que lo llevó a la muerte, le escribió a usted y le manifestó una firme protesta por mi ilegal despido de la cátedra de Washington y Florida. 

 

En el mismo Concilio hubo una declaración inesperada en la que el Arzobispo Laurus había sido designado como Secretario del Sínodo, y el Obispo Hilarión-como su Diputado. Este cambio en la Secretaria no figuraba en la agenda del Concilio. Yo mismo indiqué al Concilio que cualquiera sea la persona denominada para ocupar un puesto, primero se debe librar este puesto de la otra que lo ocupa. Yo anuncié inmediatamente mi retiro. Sin embargo, yo no podía dejar de preocuparme por el hecho -qué los miembros del Concilio no quisieron tener en la cuenta- que el nuevo Secretario del Sínodo estaría viviendo a 200 kilómetros de la Cancillería, mientras que su diputado era un hombre completamente inexperto en los procedimientos de la cancillería. 

 

Este, mi muy apresurado relevamiento del puesto de Secretario del Sínodo (aunque fue denominado de diferentes maneras a lo largo del tiempo) luego de 55 años de servicio a la Iglesia en el Extranjero debió haber demostrado a nuestros enemigos que una revolución había tenido lugar entre nosotros, qué indudablemente se  reflejaría  mal en el prestigio del Sínodo. Yo tuve que señalar esto a usted por mi preocupación por conservar la dignidad del Sínodo en el momento dado. Al parecer usted sentía una cierta dificultad en ese momento, y expresó su gratitud hacia mí de una manera lacónica. También es digno de notar que fui tratado como si fuera culpable a la pena de cámara de tortura, precisamente en el año en que el Concilio resolvió celebrar triunfalmente el 50 aniversario de la muerte del Metropolita Anthony [Khrapovitsky]. El Concilio ignoró completamente el hecho de que yo no sólo fui designado a trabajar en el Sínodo por voluntad personal del Metropolita, sino que también fui uno de sus más cercanos y confiables colaboradores. 

 

En vistas a esto, mi hija [Matushka Anastasia Georgievna Shatilova] se negó a las responsabilidades de ser la Archivista de la Cancillería. Durante las últimas cuatro décadas ella había sido mi secretaria extraoficial y mi colaboradora más íntima. Ella ya tenía una enorme experiencia de trabajo en la administración eclesiástica. Con la rapida aceptación a la renuncia de ella, usted, privó a la Cancillería Sinodal de su principal trabajadora. 

 

Con la partida de ella y la mía, el Departamento de Relaciones Exteriores del Sínodo  fue inmediatamente cerrado. Este Departamento estaba adquiriendo una importancia cada vez mayor para otras Iglesias Ortodoxas. Las reimpresiones del “Newsheet”, publicación que ya había comenzado a aparecer en los organismos oficiales de algunas Iglesias locales. Demostraban un buen soplo de aire fresco para el prestigio del Sínodo. 

 

En cuanto a la desorganización de nuestra Cancillería, tal se puede juzgar según una serie de señales. Por ejemplo, me fueron enviadas de Rusia  copias de vuestras cartas a Arzobispo Lazarus y Obispo Valentín. Primero, muy pronto averigüe que estos documentos eran desconocidos para ambos Secretario del Sínodo a quienes entregué estas copias. Además, la importancia del tema de estas cartas, por la delicadeza de su contenido, demandaba la presentación de estas por usted  para su discusión ante Sínodo Jerárquico. Pero resultó que las cartas no sólo fueron despachadas sin el conocimiento de los Secretarios, sino también que tenían una serie de otros defectos que demostraban claramente la insolvencia de su Cancillería personal. Aunque el papel de carta de estilo ruso estaba disponible, se enviaron las cartas a la Rusia en papel de carta de estilo inglés; estos no sólo no poseían ningún número, sino que incluso ninguna fecha. En la carta a Arzobispo Lazarus no había ninguna indicación de quien estaba enviándoselas, mientras el título del Obispo Valentín estaba incompleto. Finalmente, el texto mismo de estas cartas era tanto gramaticalmente y como estilísticamente ilegible. Es más, también pudo apreciarse (lo cual es especialmente terrible) que en el final de ambas cartas no estaba su firma original, sino un facsímile!… 

 

La Casa Sinodal dejó de ser el centro de nuestra administración. Las sesiones de los Sínodos y Concilios fueron organizadas en cualquier lugar, no sólo en la Casa de Sinodal. Además, usted raramente está en Nueva York, Vladyka Hilarión está lejos a menudo, y la Cancillería en su ausencia no funciona -en nuestro anterior centro no hay a menudo una sola persona responsable y capaz dar información correcta, o que sepa qué hacer con la información recibida desde fuera. A menudo la persona "responsable" resulta ser el telefonista de turno. 

 

Ha habido muchas quejas contra su secretaria por parte del clero que visita el Sínodo, principalmente debido a su falta de tacto y poca educación. Conozco los casos en que incluso ella se negó a conectarlo por teléfono a usted con otros Obispos. Yo he estado personalmente más de una vez en esa situación. Pero sin embargo, a pesar de negarse a pasarme con usted, ella fue cortes conmigo. Excepto, el muy a menudo comportamiento provocativo de ella que ha inducido censura también de parte vuestra, ella mucho dice y hace en vuestro nombre. 

 

La catedral Sinodal, la cual fue siempre famosa por su buen orden y sus majestuosos servicios, no ha tenido durante mucho tiempo un sacerdote permanente, incluso ahora no lo tiene. Vladyka Hilarión ha tratado de cumplir como puedo el este. Pero la gente que se dirige al Sínodo pidiendo respuesta a sus necesidades a menudo se les niega tal ayuda y en una forma poco educada.  

 

Los sacerdotes de la catedral, quienes son constantemente cambiados, leen eslavo eclesiástico con evidente dificultad, cometiendo  a menudo el error de incluso repetir los Evangelios del Sábado. 

 

Las cosas no son mejores en la Diócesis Oriental de América. He tenido que oír a menudo las quejas de nuestros sacerdotes por el hecho de que desde que usted fue elegido cabeza de esta diócesis no ha habido un solo Congreso Diocesano, a pesar del hecho de que en los congresos pastorales los padres rectores le han pedido insistentemente esto. Muchos sacerdotes creen que usted ha abandonado esta diócesis desde que tuvieron noticias de que ha habido congresos diocesanos en Canadá. 

 

Algunos de ellos han empezado a verse involucrados en el peligro de perder la garantía de conservar su propiedad parroquial. Así, las propiedades de la Diócesis Oriental de América y de la parroquia en Glen Clove adjunta a esta, cual ha sido de buenas a primeras declarada propiedad del Sínodo Jerárquico. Durante mucho tiempo el Sínodo ha estado intentando el cierre de esta parroquia, con el objetivo de vender para su propia ganancia esta propiedad de la diócesis. 

 

Con respecto a nuestros asuntos en la Rusia, usted mismo sabe cuántos informes he hecho sobre este problema. Y ni una sola vez, he recibido alguna clase de reacción, ni personalmente de usted, ni de la Cancillería del Sínodo. 

 

Me apené particularmente por la prohibición que usted impuso sobre mí en marzo, que impide presentar personalmente mi informe al Sínodo y de tomar parte en las deliberaciones de sus contenidos. Esto es un caso completamente sin precedentes en la historia de la Iglesia en el Extranjero. No conozco un solo caso en donde a un Obispo se negara el derecho de publicar un informe al Sínodo. 

 

La realidad de mi informe ha sido confirmada por los eventos que tuvieron lugar prosiguiendo el uno del otro en Rusia. Una administración ordenada correctamente debería anticiparse a los eventos, y no simplemente reaccionar a ellos apresuradamente, lo cual es bastante obvio que está sucediendo ahora. Como resultado nosotros hemos llevado todo este asunto del posible restablecimiento de la Iglesia en Rusia al más indeseable de los fines. 

 

Incitados por la envidia y el rencor, algunos de nuestros obispos han influido en todo el curso de nuestra política sobre la Iglesia en Rusia. Como consecuencia de esto, parece que nuestro Sínodo no ha entendido el significado de la existencia de nuestra misión en el extranjero. 

 

Como advertí al Sínodo en mi último informe, nosotros hemos hecho todo lo absolutamente posible para obligar a los Obispos de Rusia a separarse administrativamente de nosotros. 

 

Ellos han tenido que proceder según la Resolución No. 362 de Patriarca Tikhon del 7/20 de noviembre de 1920, para prevenir la última destrucción del justo comienzo del restablecimiento de la Iglesia Rusa en nuestra Patria. Pero nuestro Sínodo, no teniendo nada ante sus ojos excepto tácticas punitivas, sólo ha procedido desde la posición de vida eclesiástica normal. Pero la Resolución del Patriarca tiene como objeto la preservación de la estructura eclesiástica en circunstancias históricas y eclesiásticas completamente sin precedentes. 

 

El ukaz fue compuesto para varios casos, incluidos los medios para restaurar la Administración de la Iglesia, incluso en condiciones cuando, esta haya dejado de existir (cf. artículo 9) y de “extrema desorganización de la vida de la Iglesia”. Ésta es la tarea que otorga a cualquier jerarca sobreviviente, con la única condición de que él sea verdaderamente Ortodoxo. 

 

Los Jerarcas en Rusia decidieron llegar a esta posición cuando, durante casi dos años seguidos, sus cuestiones y demandas, para recibir apoyo contra la opresión del Patriarcado de Moscú, fueron retribuidas con un completo silencio por parte de nuestro Sínodo.  

 

Viendo el caos canónico causado por Obispo Barnabas en sus diócesis, y el silencioso consentimiento por parte Sínodo, los Jerarcas en Rusia concluyeron que no tenían ninguna otra forma de prevenir la destrucción completa de aquella empresa si no se regia por la Resolución Patriarcal No. 362. 

 

¡Nuestro Sínodo ilícitamente obligo al retiro a Obispo Valentín por haber aceptado aquella enorme parroquia en Noginsk que Obispo Barnabas esperaba recibir para el, pero no reaccionó de ninguna manera cuando el mismo Obispo Barnabas alevosamente avergonzó al Sínodo solicitando a un ucraniano autoconsagrando ser recibido en comunión, en nombre del Sínodo! 

 

Yo no sé si usted ha leído sustancialmente el texto de la Resolución del 7/20 de noviembre ante una sesión del Sínodo. Yo mismo anteriormente le he dado poca atención, pero ahora, al leerlo detenidamente, veo que los Obispos en Rusia tienen todo derecho a referirse a él, y este hecho será revelado en la polémica que ahora se desarrollará inevitablemente. Temo que el Sínodo a través de sus decisiones, ya haya abierto el camino para esta indeseable polémica, y esto no sólo presagiará un cisma en  Rusia, sino también aquí, entre nosotros… 

 

Hay cosas que no pueden detenerse, y también es imposible desviarse de un hecho cumplido. Si nuestro Sínodo ahora no evalúa correctamente el pasado momento histórico, entonces su ya inconmensurablemente socavado prestigio (sobre todo en Rusia) será finalmente y deshonrosamente  destruido. 

 

Durante todos los años de la existencia de la Iglesia en el Extranjero, nosotros hemos disfrutado el respeto y nos hemos gloriado nada más que por nuestra fidelidad inflexible a los cánones. Nos odiaron, pero no se atrevieron a no respetarnos. Pero ahora nosotros hemos mostrado a todo el mundo Ortodoxo que los cánones para nosotros son sólo un hueco sonido y nos hemos vuelto el hazmerreír de todos aquéllos que tienen algún tipo de relación con las cuestiones de la Iglesia. 

 

Mire: usted mismo, en el Concilio en Lesna, se permitió decir a nosotros, los participantes en él, que este no es tiempo para examinar los cánones, sino para que actuemos rápidamente. Usted, el timonel de la nave eclesiástica, triunfalmente, frente a todo el Concilio, declaró a nosotros que ahora teníamos que agilizar el velero y navegar sin timón y sin velas. En ese momento sus palabras me espantaron, pero yo, conociendo su irritación hacia mí por mi insistencia en que nosotros tenemos que vivir de acuerdo a los cánones, todavía esperaba que todos no estuvieran perdidos y que nuestros Obispos de algún modo escaparían de la pesadilla que fueron estos últimos años.  

 

Piense, Vladyko, en las decenas de miles de personas ortodoxas que hemos engañado  tanto en el extranjero y como en Rusia. No se tranquilice pensando que si hay alguna culpa, esta está equitativamente distribuida entre todos nuestros jerarcas. La culpa principal yacerá sobre usted, como líder de nuestro Concilio. Yo he tenido que oír de algunos obispos, que a veces el Sínodo decreta una cosa, y luego usted, no teniendo en cuenta para nada las resoluciones anteriores, por propia iniciativa las cambia o simplemente las anula. 

 

Y ahora parece, como ya es bastante bien conocido, luego de la tormentosa sesión del Sínodo en marzo, la cual se disolvió sin llegarse a una sola resolución. Durante esta, fue discutida la cuestión de prohibir del servicio a los Jerarcas de Rusia. No obstante, usted exigió que el Secretariado envíe un ukaz con esta prohibición a los obispos, quienes ni siquiera estaban bajo investigación. Tanto desde del punto de vista del Canon Apostólico Nº 34, como desde el punto de vista eclesiástico administrativo, estas prohibiciones son de una ilegalidad sin precedentes.  

 

Recuerde, Vladyko, su reprochante discurso contra Metropolita Philaret, cuando en 1985 usted durante diez minutos disparo contra él sin parar por haber transgredido el Canon Apostólico Nº 34. Los crímenes de Metropolita Philaret me parecen minúsculos en comparación con lo que está pasando ahora. Él solo ocasionalmente condecoro al clero de otras diócesis por demanda de su asistente, pero nunca interfirió en los asuntos de las diócesis de sus hermanos. Pero esto es lo que tanto personalmente usted, como algunos de nuestros obispos han empezado a hacer. Padre Nikita no pudo hacer que el reposado Metropolita Philaret se comprometa en aquellos actos anticanónicos,  que abundan en las actividades del Obispo Barnabas y algunos otros obispos- con el beneplácito silencioso de usted, el Primer Jerarca, quien debe conocer bien todos estos actos. 

 

Perdóneme, Vladyko, si mi carta lo aflige. Mi objetivo no es, y nunca ha sido, herirlo u ofenderlo. Mostrando los resultados del periodo de vuestra autoridad en los recientes años y en el orden cronológico… mi objetivo por ningún motivo fue quejarme por mi propio destino. Usted por supuesto debe saber que nunca he expresado alguna ofensa o queja en carácter personal. Yo sólo escribo esta carta con el propósito de mostrarle claramente cuan lejos nos hemos desviado de los caminos canónicos, y desde 1985,  comenzamos cada vez mas a alejarnos de los cánones eclesiásticos básicos, legisladores de nuestra Iglesia Local, por lo que ahora hemos reducido a la más triste condición todos nuestros asuntos tanto en Rusia, como en el extranjero. 

 

Yo fui testigo y partícipe del glorioso periodo en la vida de la Iglesia en el Extranjero, y ahora con dolor miro lo que considero ser, lo que de hecho ya es, su fin ignominioso. 

 

El crecimiento de nuestras parroquias en el extranjero ha cesado desde la muerte de Metropolita Philaret. Nosotros no tenemos candidatos para ocupar las cátedras jerárquicas, cuales son testigos, al hecho, de que cada vez nos volvemos más pequeños. Y ahora en este portentoso momento estamos simplemente renunciando al vínculo con Rusia, cual fue establecido con semejante labor. 

 

Nuestro Sínodo debe entender que por nuestras acciones hemos provocado el rápido quiebre administrativo de los Jerarcas de Rusia, de nosotros. Ha tenido que suceder una u otra cosa en base a la Resolución de Patriarca Tikhon del 7/20 de noviembre de 1920 y de nuestro propio  "Estatuto concerniente a la Iglesia Ortodoxa rusa en el Extranjero”. Si nosotros no entendemos esto ahora, entonces sólo demostramos ante el mundo entero  nuestra falla y nuestro fracaso para entender la totalidad de la misión histórica que recibimos por la Providencia de Dios. 

 

En su resolución del 22 de marzo, los Jerarcas de Rusia declararon que permanecían en común oración con nosotros y  conmemorando a usted en los Divinos Servicios, pero nosotros, en lugar de comprender el estado sin precedentes de los asuntos eclesiásticos en Rusia, y no pensando en edificar a la Iglesia o las decenas de miles de personas engañadas por nosotros-respondemos a todo sólo con los cánones, que fueron regulados para ser usados bajo condiciones de normalidad. 

 

Es absolutamente necesario para usted torcer abruta y decididamente al timón de nuestra administración hacia la dirección de guardar los cánones, antes de que sea demasiado tarde. 

 

Vladyko, no permita que su nombre en la historia de la Iglesia Rusa, sea asociado, no con la edificación pacífica de la vida de la Iglesia, sino con su destrucción abrupta y vergonzosa tanto en Rusia y como en el extranjero. 

 

El 24 de marzo / el 6 de abril de 1994